violetas violentadas y violentas
Perdide en la no binariedad
nuestros cuerpos, nuestras realidades
Rosa ahora sí,
rosa ahora no
Mujeres ilegales
Citas gratis
De sudamérica hasta aquí
¿Pro-muerte?
Violencias corporales
Referentes
Debates
Quienes somos
Ocurrió en un vagón del tren, de camino a casa. Después de todo aquello, me hice muchas preguntas sin respuesta, pero la que más tiempo permaneció en mi cabeza fue: ¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿Qué he hecho para que me pase esto? Yo lo he provocado, es mi culpa.
Ese sentimiento de vergüenza, de humillación, de asco hacia mi misma. Hacia mi cuerpo, mi cuerpo de mujer. Me sentí atacada y mi primera reacción fue odiarme, odiar mi género simplemente por todo aquello que comporta, por todo aquello que emite. Si alguien me observa, me sigue, me acosa, se fija en mi es porque yo he hecho alguna cosa para que eso ocurra. Quizá ha sido el peinado, o la ropa que he escogido llevar, una falda demasiado corta, un cuello demasiado escotado... Basta.
Más tarde comprendí que no era así, que yo no tengo la culpa. Que debo y puedo ir caminado por donde quiera sin que nadie me haga sentir incomoda o en peligro. Fue él, quien debió sentir esa repugnancia hacia si mismo y no yo. Sin embargo, no lo hizo.
Se quedó allí quieto, de pie y sin parpadear un segundo, con una media sonrisa horripilante difícil de olvidar. Observando desde una determinada lejanía, camuflado en un vagón repleto de personas. Hombres, mujeres y algún niño, que si bien se fijaron en el asqueroso espectáculo, siguieron con sus vidas sin preocuparse, mientras yo rezaba en silencio que llegara mi parada.
Eso fue todo, me baje del tren y camine rápido sin mirar atrás. Después de todo, todo lo que intenté omitir en mi cabeza, me quedó la rabia. Rabia por hacer el esfuerzo innecesario de hacer como si nunca hubiera pasado, rabia por haber sentido repulsión hacia mi sexo, rabia por pasar todo este tiempo guardando este mal recuerdo, que de seguro, él no contó así.